- Es preciso el sacrificio, la renuncia de nuestra propia voluntad para llegar a la unión completa con nuestro Señor. (c 39)
- Jesús dijo que nadie amaba tanto a su amigo como aquel que da su vida por él. Démosle nuestra vida, haciendo morir al hombre viejo, renunciando a buscarnos a nosotros mismos, obrando no por lo que nos gusta, sino por aquello que es la voluntad de Dios. (c 114)
- Jesús me pide la renuncia completa de mi voluntad. Si quiero ser crucificada a su semejanza, es necesario vivir en cada instante cumpliendo perfectamente su divina voluntad, aunque ella me traiga sacrificio e inmolación. (c 27)
- Cuanto más me aísle de mí misma (mediante la renuncia completa de todo mi ser), más me internaré en Dios. Trato, pues, de negarme en todo para llegar a poseer el Todo. (c 116)
- Vivamos en la cruz. La cruz es la abnegación de nuestra voluntad. En la cruz está el cielo, porque allí está Jesús. (c 40)
- Lo mejor es amar la voluntad de Dios. Allí encontramos la cruz mejor que en ninguna parte. Allí crece este árbol bendito rectamente, sin impedimento, pues es sin la elección nuestra, sin satisfacción alguna. ¿Sientes en tu alma ese amor por la divina voluntad? (c 149)
- Le he prometido a nuestro Señor la renuncia completa de mi voluntad: hacer aquello que no me gusta siempre. Pienso que cómo no me vuelvo loca de amor por Jesús, siendo digno de toda mi veneración, amor y desvelo. (c 40)
- Es preciso morir a sí misma para vivir escondida en Cristo. (d 46)
sexta-feira, 5 de novembro de 2010
Meditações de Santa Teresa dos Andes
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